martes, 2 de abril de 2013

    Jose Salieto comparte con todos un fragmento de su novela Exodos, correspondiente a la obra "Crónicas de Una Nueva Raza". Esperamos que os guste.


Fragmento del primer capítulo de ÉXODOS (II tomo de Crónicas de Una Nueva Raza).

"Pareció que Bel había llegado en el momento justo: un creciente y alarmante murmullo arrancado de millones de almas que se hallaban en esferas más altas, comenzó a recorrer la mismísima columna vertebral del Infierno, extendiéndose de arriba a abajo hasta alcanzar la inmensa caverna donde se hallaba el rey de las Tinieblas. A pesar del constante sonido de la lastimosa marea de almas en pena, aquel nuevo eco resultaba fuera de lo habitual, y su alarmante tonalidad atrajo poderosamente la atención de todos los demonios que se hallaban en el lúgubre recinto.
Melael se puso en pie inmediatamente, buscando el origen de aquella novedad. Bel, adoptó una pose tensa y desafiante, lanzando su aguda mirada en todas direcciones. El clamor se hizo intenso, y la rojiza y escasa luminosidad infrarroja propia del Averno, comenzó a disiparse en parte, fulminada por una cegadora luz que irrumpía como un rayo que descendiera lentamente desde lo más alto.
Mientras el clamor se convertía en una patética y desesperada súplica, el terror se adueñó de los demonios y bestias presentes, que corrieron a buscar amparo cerca de su rey y progenitor. Sólo Melael se acercó a su señor con actitud protectora, mientras el propio Bel permanecía firme como el acero más templado, esperando los acontecimientos del origen de aquella cegadora luz, cuya causa ya había identificado.
Una figura de aspecto solemne y radiente, apareció a poca distancia de Bel y Melael.
-¡Un demonio blanco…! -gritaron espantados multitud de demonios mientras corrían en busca de refugio.
El recién aparecido presentaba un aspecto varonil maduro y de recia configuración, de canosa y corta barba rizada y cabellos blancos que caían apoyados sobre sus hombros, de los que colgaba una blanca túnica de ancho vuelo sujetada a la cintura por un cordón dorado. Una enorme capa también blanca y de sencillos ribetes dorados, cubría su majestuosa figura presidida por el luminoso cetro de oro que portaba en su diestra, y que se alzaba desde el suelo hasta su cabeza. Su apariencia era la de una gruesa caña de bambú de siete nudos, rematada por una esfera en la que se alzaban nueve serpientes coronadas por un águila de alas abiertas, con las que parecía acoger y proteger a las serpientes.
Las grandes y membranosas alas del Señor de las Tinieblas, que habían permanecido abiertas y desafiantes, se plegaron sobre sí mismas lentamente, como muestra de serenidad y confianza en sí mismo. Su cola, sin embargo, permaneció alta y regia, mientras que la de Melael se agitaba inquieta, aunque en ningún momento abandonó su postura protectora hacia su señor.
La blanca y reluciente figura se aproximó serenamente, y Bel le recibió con una cordial bienvenida hipócrita y llena de sarcasmo.
-¡Por todo el poder del Universo…! -sonrió falsamente Bel- ¿A qué se debe este gran honor? ¡Nada menos que Su Majestad el Insigne Maestro de Maestros, el Gran Saoré! ¿Qué se te ha perdido en mi Reino? -acabó preguntando en tono áspero y desagradable, dejando escapar su hedor acerado y pútrido de la garganta.
Melael permanecía tenso y atento, observando minuciosamente cada lento movimiento del recién llegado acercándose hacia ellos.
-He venido a verte, Bel. Quisiera intercambiar unas palabras contigo -el robusto varón se detuvo justo frente a ellos.
-Eso significa que aún hay alguien que se acuerda de mí -Bel seguía utilizando su tono hiriente. Saoré por el contrario, dio muestras de no dejarse impresionar, permaneciendo sereno e impasible en todo momento, muy seguro de sí mismo.
-Sí -contestó-. En realidad no es fácil olvidarse de ti -Saoré miró con tristeza a los millones de almas que, suplicantes, gemían por todas partes-. Todos estos seres te deben lo que son.
-¿Y tu alma, Saoré? -preguntó Bel siguiendo su irónica farsa, ignorando deliberadamente el comentario de su interlocutor-. ¿Sigue encarnada en el vecino Venus, en ese anciano macilento y estúpido? ¿Sigue siendo tan inútil e incapaz de pensar por sí mismo, igual que su Magno Espíritu, su Santo Padre? ¡Oh, perdón…! -exclamó burlonamente-. No me había dado cuenta de que estabas aquí.
Bel lanzó su burla como un dardo emponzoñado, clavando su desafiante mirada en los ojos de Saoré, esperando su reacción. Pero Saoré hizo oidos sordos, limitándose a preguntar amistosamente:
-¿Podemos hablar a solas?
-¿Qué ocurre Saoré? ¿No te gusta mi bienvenida? ¿O no eres amante de los protocolos? -hizo una breve pausa-. No, yo diría que tienes prisa. ¿No te sientes cómodo en este lugar? -Bel parecía disfrutar con su juego de irónico sarcasmo, no exento de un poderosísimo odio-. Reconozco que al principio resulta algo incómodo, un tanto claustrofóbico… ¡Pero después de los primeros doscientos millones de años, acaba uno por acostumbrarse! ¿Te apetece comprobarlo, Saoré? -concluyó con una mirada fría y penetrante, en la que el brillo de sus amarillentos ojos parecieron afiladísimos cuchillos.
-¿Podemos hablar a solas? -repitió impasible Saoré.
-No; es evidente que no te apetece -se contestó a sí mismo Bel-. Tienes demasiada prisa. Pero seguro que en otra ocasión, te quedarás gustoso para comprobarlo. ¿Verdad?
Saoré le miró fijamente, mostrándole su insistencia y su indiferencia ante aquel juego burlón.
Bel hizo un gesto de resignación y acercó su rostro al de Saoré, salpicándole con su saliva al pedirle:
-¿Te importaría apaciguar esa maldita luz? A mí no me impresionas, y a ellos -dijo refiriéndose a sus demonios- ya los has asustado bastante. ¿Estamos de acuerdo, Majestad?
Bel pronunció la última palabra con el tono más despectivo de que fue capaz. Luego se separó de su invitado e hizo un gesto a Melael para que los dejara solos. Dio unos pasos hacia un lado y añadió un nuevo gesto para invitar a Saoré a que lo siguiera. Éste se aprestó a seguirle, a la par que la poderosa luz de su báculo se apagó. A su paso, los demonios, asustados, se apartaron para dejarle el camino libre.
Bel lo llevó hasta una pared cercana. Allí, de espaldas a ella y de frente a Saoré, le habló mirándole directamente a los ojos.
-Bien, Saoré. ¿Quieres un lugar íntimo para charlar? Conseguiré uno. Pero me temo que tu atuendo no será el más indicado.
-No te preocupes por eso -respondió Saoré instándole a que no perdiera más tiempo.
-Bueno… veamos qué tenemos por aquí…
Y sin apartar la vista de los ojos de Saoré, clavó repentinamente su garra en la pared que había a sus espaldas y, con un crujido pastoso, extrajo parte del cuerpo mineralizado de una de aquellas almas en pena, cuyo rostro desfigurado mostraba una inenarrable desesperanza.
-Espero que te guste… -sonrió con malicia.
Y atrayendo hacia sí aquella lastimosa figura, clavó en su cabeza sus dos poderosas garras, y la abrió por la mitad como si fuera una fruta podrida. Al instante, un oscuro y denso vapor cenagoso emanó de su interior, comenzando a rodearlos y envolverlos penetrantemente. Bel seguía sin apartar su cruel mirada de la de Saoré, quien a su vez, permaneció tranquilo y sin alteración, dejándose arropar por la pegajosa neblina que comenzaba a transformarse en una especie de escenario irreal, como de un mundo dentro de otro mundo."

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