domingo, 26 de enero de 2014

"La bañera" de Gregorio Sánchez



Gregorio Sánchez es otro autor ilicitano que ha querido compartir con todos un relato llamado "la bañera". Podeis seguir a Gregorio a través de su blog relatosgregorio.blogspot.com.es




La Bañera

Un día duro, como todos. El deseo de sumergirse en la bañera con agua caliente le acompañó toda la jornada. Estancada en su mente, la idea se negaba a ceder terreno a otras en la materia gris.
La verdad es que aquel día había sido nefasto, uno de esos que más vale no levantarse de la cama. Había tenido un accidente con el coche, llegado tarde al trabajo y la acumulación pendiente le obligó a alargar la jornada, llegando tarde a recoger a su hijo que la esperaba en la puerta del colegio en un mar de lágrimas. Las madres de los otros niños no escatimaban en críticas hacia ella, aludiendo a su poca responsabilidad y falta de sensibilidad hacia el niño. Ya en casa se le había quemado la cena, que tuvo que sustituir por unos coquetos bocadillos.
Por lo menos el humor de su marido no había cambiado, seguía llegando a casa con un humor de perros que su trabajo de “repartidor de gusanitos” en una ciudad atestada de tráfico se encargaba de alimentar. Por lo menos la bolsa de chucherías que trajo el padre consiguió acallar al niño, aunque esto generaría otra batalla: la batalla por acostar al pequeño, que empeñado en comerse todos los dulces, no había manera de convencerlo para ir a dormir.
Por fin el niño estaba acostado en su cama y su marido también, éste en el sofá. Todos los días igual, a media película el señor se quedaba roque con la boca entreabierta y emitiendo una variada colección de ruiditos. Cumplió el ritual diario de despertar al hombre que tras vomitar una serie de malsonantes improperios se dirigió tambaleándose hasta la cama donde se dejó caer como un peso muerto.

Llegó el momento deseado. Como un ritual dedicado al dios de la relajación, preparó todos los elementos para el baño. Contemplando la bañera llena de espumosa agua humeante se quitó la ropa e introdujo un pie. Quemaba al primer contacto, pero pronto se acostumbró a la elevada temperatura y poco a poco se fue deslizando hasta quedar sumergida hasta el cuello. Como un iceberg que flota con el noventa por ciento de su masa por debajo de la superficie. Así se sentía ella, como un frío bloque de hielo que se va derritiendo al contacto con el agua caliente. Calor que insensibilizaba su cuerpo dándole la sensación de flotar. Cerró los ojos y disfrutó del silencio que reinaba en el cuarto de baño. Con la visión anulada, su atención se centró en el crepitar que producía la espuma al movimiento ondulante de su propia respiración. Sus pechos flotantes despuntaban ligeramente sobre la espuma, como cumbres coronadas de niebla. Aquello era lo que necesitaba, paz y tranquilidad envuelta de vapor con esencia de eucalipto que le despejaba la nariz permitiéndole respirar sin dificultad. Se sacudió para acomodarse mejor y aquello provocó una marejada con olas de varios milímetros que se estrellaban ruidosamente en los bordes de la bañera creando flujos y reflujos y aumentando el crepitar de la espuma.
Abrió instintivamente los ojos y ahogó un grito al ver una figura difusamente reflejada en el empañado espejo. Buscó con la mirada al propietario de aquel reflejo y al no encontrarlo su corazón se aceleró. La ausencia de todo tipo de sonido hacía que sus latidos retumbasen en su cabeza, creando una terrorífica sensación de angustia. Como el vapor no le permitía ver con claridad, se incorporó para ver mejor a través de los huecos que las bombillas creaban en el húmedo cristal. El reflejo de una chica joven se fue haciendo cada vez más nítido a medida que entraba en el área desempañada. Ahora podía ver con claridad a una chica joven que se peinaba con la mirada perdida en las profundas ojeras que ensombrecían su demacrado rostro. Tragó saliva, empujándola ruidosamente por la garganta. Esto provocó que la figura se girara para mirarla directamente a los ojos sin dejar de desenredar con dificultad su rizado cabello.
No aguantó más y lanzó un grito, que surgió ahogado al tener las manos instintivamente en la boca. Con el cuerpo tembloroso se sentó en la bañera, su cuerpo volvió al estado de frío hielo que ni siquiera los vapores podían aliviar. Ahora la veía mejor. Veía como desde las abiertas muñecas, unas espesas gotas de sangre resbalaban por el brazo, cayendo ruidosamente sobre el lavabo y no solamente en el reflejo, sino también sobre el verdadero lavabo en el que aparecían unas manchas rojas. El suelo estaba manchado de sangre, marcando un sinuoso rastro hasta la bañera. Bajó la vista y con la mano apartó la espuma dejando visible el agua que abundante sangre había enrojecido. La visión de la bañera cubierta de sangre hizo que volviera a gritar histéricamente. Sin manos que amortiguaran el sonido, el bramido retumbó en su cabeza provocando un agudo dolor que llegó a marearla.
-¿Qué pasa? –escuchó a su marido gritar a lo lejos.
La chica del espejo, tras señalar la dirección de donde procedía el grito de su marido, se llevó el dedo a la boca en señal de silencio.
-¿Quién eres? ¿Qué te pasó? –acertó ella a preguntar con voz temblorosa.
La fantasmal joven le mostró sus recientes heridas.
-Ya sé que te suicidaste, pero ¿por qué?
La puerta se abrió de repente provocando que una ráfaga de aire frío recorriera la estancia, pero no entró nadie… o quizás sí. En el espejo vio a su marido varios años más joven que entraba en el baño empujando a la chica y tirándola sin miramiento al suelo. Antes de que ella tocara el suelo en su caída, como un vídeo que rebobinaba una y otra vez la misma escena, volvía a ver a su marido entrar, repitiendo la acción donde se veía como la golpeaba. En el corto trayecto de la joven hasta el suelo, varios reflejos de su marido entraron y la golpearon repetidamente, hasta que quedó retorcida en el suelo.
-Ya veo. Llevaba tiempo pegándote. Sufriste mucho, hasta que decidiste acabar con todo.
La joven se levantó con dificultad, dejando un charco de lágrimas y sangre.
Unas huellas ensangrentadas caminaban hacia la bañera, indicando que alguien a quien no veía se dirigía a hacia ella. Salió todo lo aprisa que pudo salpicando agua ensangrentada por doquier e instintivamente se apartó de su camino, apretándose contra el armario. Miró el espejo y vio la difusa figura de la joven cómo se sumergía en la bañera para abandonarse a la fatalidad.
-No puede ser él –pensaba mientras miraba horrorizada a la joven moribunda- Es gritón, tiene mal genio, suele venir cabreado de su estresante trabajo, pero nunca nos ha puesto la mano encima, ni a mí ni al niño.
El fantasma se frotaba los ojos, manchándoselos de sangre que se transformaba en surcos al mezclarse con las incesantes lágrimas.
-Me quieres decir que te suicidaste por los golpes de mi marido, pero te repito que no puede ser. Él no es violento, él no es un cabrón como el que te hizo eso.
Sobrepasada por la situación, comenzó a llorar, mientras veía como la vida de la otra chica se escapaba por sus abiertas muñecas.
Dicen que el baño dulcifica la muerte –sollozó acurrucada en el rincón-, pero lo dudo cuando la muerte es la huida a ese dolor.
Los ojos se le empañaron con las lágrimas, nublándole la vista. Le dio igual, prefería no mirar aquella horrible visión. Los cerró y se abandonó al llanto.

Acurrucada en el suelo, se despertó temblando de frío. No sabía cuanto tiempo había pasado. No recordaba cuando se quedó dormida, pero si recordaba nítidamente la visión que se le había aparecido aquella noche y el temblor pasó, de ser de frío a ser de miedo. A pesar de que todo había vuelto a la normalidad, su retina retenía aquel irreal suceso.
Tras abrigarse con el albornoz, se dirigió a su habitación, despacio e insegura. Sin saber que se encontraría, abrió la puerta. ¿Vería al monstruo, o al hombre con quién  se casó?
Alargó el brazo para abrir la puerta y lo vio, vaya si lo vio... vio el antiguo corte en su muñeca. Se miró ambos antebrazos y contempló horrorizada las heridas físicas, ahora ya cerradas. Pero el recuerdo había acudido a abrir su herida interior. Recordó los insultos, los empujones, los golpes. Recordó el dolor, más psíquico que físico. Cómo el sentimiento de indefensión la llevaba a refugiarse en el baño. En su mente aparecieron terribles imágenes de un espejo empañado, de una afilada cuchilla seccionando sus muñecas, de un rastro de sangre y de una bañera con agua caliente que se tornaba carmesí mientras ella perdía la consciencia.
Pero, ¿porque no se había acordado hasta ahora? Supuso que su mente había bloqueado tan terrible suceso. El estrés del día, junto con el relajante baño, habían abierto su mente, haciendo aflorar los recuerdos.
Plantada ante el hombre dormido, meditaba sobre qué hacer. Coger a su hijo y huir, o matarlo allí mismo. Por algún motivo ella no murió, pero no volvería a suceder, nunca más le levantaría la mano. Fue a la cocina y regresó con un cuchillo, el más grande que encontró. Demasiada sangre para ella en una sola noche, dejó el cuchillo sobre la mesita a modo de advertencia para después marcharse, pero el ruido que hizo este al chocar con la lamparita despertó al hombre. Asustada se apartó de él, dejando el cuchillo sobre la mesita.
-Ella era yo y él eras tú. Me amargaste la vida, hasta llevarme al suicidio –gritó ella.
-Has recordado. Tu amnesia ha desaparecido –dijo el hombre mirando el cuchillo que todavía oscilaba en la mesita- ¿Querías matarme? Antes de hacerlo sigue recordando. Recuerda porqué no te desangraste en la bañera.
Ella recordó. Recordó la puerta abrirse y su marido entrar gritando. Sus brazos fuertes la sacaron bruscamente del agua y le taponaron las heridas. Recordó una estridente sirena, batas blancas a su alrededor y no recordó más. Estaba confusa.
-Te vi muerta en la bañera y me asusté. No me dejaron estar a tu lado en el hospital y me pasé los días en la sala de espera, pensando. Pensé mucho y cuando cerraba los ojos te veía en aquella bañera, cubierta por tu propia sangre. Una parte de mí murió en aquel momento.

Gregorio Sánchez. Octubre 2006.

Antonio Fco. Buitrago y "El impertinente diario de un madurito resignado"

  
Antonio Fco. Buitrago nos ofrece el primer capítulo de su nueva novela "El impertinente diario de un madurito resignado". Situaciones cotidianas con gente normal en su día a día. Esperamos que os guste. Podeis seguir a Antonio Buitrago a través de su blog  denaturalezatocapelotas.blogspot.com.es

EL IMPERTINENTE DIARIO DE UN MADURITO RESIGNADO.

Capítulo. 1º.

Decidido a pasar unos amenos minutos con mi sobrino de acompañante y, gracias a los abonos que me han prestado, con más de media hora de antelación por aquello de ir tranquilos, nos presentamos en el campo de futbol.
¡Qué aventura copón! Nada más llegar, el vigilante de seguridad que hay pegado al torno para el control del acceso, le dice al chaval mirándome a mí, que la botella de agua de litro y medio, ya que el nene bebe cosa mala, mo puede pasarla ¡Caramba! Nos dejaron al sobrino sin poderse hidratar con lo bien que le va para el riñón al chaval.
No quedo todo  ahí, la botellita que llevaba yo, una pequeñita y por esos momentos recalentada cosa mala, no podía entrar con el tapón puesto… Si, por lo visto con el tapón, deja de ser una botella para convertirse en un misil tierra aire radio dirigido telepáticamente.
Como era lo único que nos quedaba para que por lo menos Ismael tuviera algo de donde beber, hice caso y quite el taponcito mientras con la otra mano, me sacaba los abonos de la cartera y, mis dientes, gracias al asita de la bolsa, sostenían en una compleja postura de equilibrista contemporáneo los respectivos bocatas de jamoncito con tomate vagamente restregado y un par de plátanos. De canarias por supuesto. Ismael tenía bastante con ir despidiéndose de su hermosa botella, como para cargarle de más responsabilidades.
Con el dichoso tapón quitado, por fin tiramos para adentro sin darnos cuenta, ni yo ni el vigilante del tornito, posiblemente por el descaro con que paso todo, que el tapón entró conmigo en la mano con la que lo había desenroscado, y que en ningún momento camuflé, pues no había intencionada maldad en ello.
Buscando el asiento con todo aquello manga por hombro dado las obras de limpieza de cara que se estaban  haciendo con lo del ascenso, me acerqué a uno de los agentes de la policía nacional. Un joven delgadito, de los que en mis tiempos habríamos llamado de media hostia como mucho. Allí estaba él, bajo la sombrita de la visera de su gorrita impoluta, con unas gafas de sol oscuras de patilla dorada, una barbita diestramente cuidada a tijera, y más cosillas colgadas alrededor de su cintura que en un árbol de navidad rococó en casa de una gitana católica.

-¿Que lleva en la mano?- me preguntó el agente antes de que yo pudiera consultarle si sabría orientarme, hacia donde podía encontrarse nuestros asientos.
-Como verá, un poco de todo por aquello de subsistir con el chaval- respondí algo sorprendido pensando en que tal vez, hasta querría cachearme sabría Dios porque, ya que finín era el zagalote, pero pinta de homosexual no tenia, por lo menos de homosexual necesitado. Claro que hoy en día, cualquiera pone la mano en el fuego por nadie. -¿Aun gustaría a alguien? Qué bien- Pensaba entre una cosa y la otra, pero la verdad, hubiera preferido que de fijarse, mejor su seria compañera. Rubita y callada muchacha de prietas carnes, lisa melena y enormes protuberancias mamarias... pero bueno, es lo que hay, nunca fui hombre de suerte.
Estirando su mano, señalo la palma derecha de la mía. -A esto me refiero- ¡¡Coño!! El taponcito dichoso. -¿Sabe que es esto?- asentí, tan corto no me considero. -Esto, según la ley del deporte, son tres mil euros- insistió él con el cuello todo lo tieso que podía dar de sí, tal vez, para intentar mirarme de tu a tu, ya que aun así, me quedaba por debajo unos importantes centímetros.
Que vamos hacerle, soy así de espontaneo y bocas. -¡¡Joder!! Pues nada, nada, se lo haga llegar a quien corresponda y ya si eso, me mandan el dinero- respondí con toda mi alma. -Ahora entiendo tanta recogida solidaria de taponcitos, a esos precios pufff- seguí con mi repertorio, y es que me lo puso a huevo.
En su cara, no solo faltaba alegría, por momentos tras aquellas gafas oscuras y un tantico hortera, se notaba emerger su ira, por lo que decidí apaciguarle cambiando el tercio. -Vamos a ver joven. (Esto de joven gusta mucho)  ¿Cree usted que si yo sé eso, me voy a dirigir a usted con el tapón en la manita como si tal cosa? ¡¡Hombreeeee!! Lo piense o no, ya le digo que tonto para tanto, como que no- insistí, ahora en modo ofendido gesticulando cosa mala con cuello y manos. -El vigilante del torno me ha dicho que quitara el tapón y así hice, es más, la botella grande no me la dejó pasar con o sin tapón y obedecí.  ¿Para qué coño iba yo a querer el puto tapón?- aquí me mordí la lengua para evitar dejar la coletilla de “Antes de saber su precio claro”
-Está bien, está bien, pero ya lo sabe para otra vez- añadió el agente sin dejar su papel de “Y que sepas te estoy dejando vivir”… que lastima de personilla ¡En fin! De todo tenemos que tener en esta vieja viña.
Con el tapón confiscado, dimos por fin con nuestros asientos. ¡Joer! todo el sol en mitad de la cara, pero bueno, eran prestados y por mucho que nos quejáramos, de poca ayuda nos valdría, cuestión de que bajara el sol un poquito y a disfrutar del partido que pese a lo de amistoso, prometía. Toda la ilusión y ganas de un recién ascendido, contra uno de los clásicos en la Champions League.

Bajo de nosotros, a apenas dos metros, tres como mucho, se iban colocando los hinchas que se presuponen conflictivos, vamos, los famosos ultras. Aunque eso de famosos les queda bastante grande, yo, allí abajo solo veo un grupo de personalidad indecisa y posiblemente aterrada, que buscando por la vida un hueco… que mejor que este, donde muchos hacen la fuerza. De todo el mundo es sabido que el miedo repartiendo hace más llevadera la peor cagalera.
Bueno, a unas malas, con sus estribillos siempre pegadizos, nos entretendríamos un tantico. Curiosamente y según pasaban los minutos, me di cuenta que esos estribillos se quedan en nada si se les quitan las palabras. Sangre, colores, muerte, sentimiento y puta, esta última muy remarcada, siempre contra el rival vecino, venga o no al caso, todo sea llenar huecos como en los intermedios pesados.
Vale, sé que no está prohibido, pero si me dejaran. Al capullo que se sienta al lado de Ismael, le metía ese cigarrillo por el culo con todo el cuidado del mundo para evitar apagarlo estando aun fuera. ¿Que no se da cuenta lo molesto que puede ser el humo en aquellos que no comparten la afición a su vicio? Mucha cejita depilada, camiseta de marca ajustada para insinuar musculito. Pero educación, cerebro, ni para llenar la punta de un bolígrafo seco.
Por fin parece se da por aludido el susodicho atontado. Las carasetas del chaval, su aspaviento de manos a lo abanico desbocado, y mi singular mirada de inquisidor del reino, dieron su fruto.
No, yo no voy marcando músculos, esos días me pasaron de largo hace algún tiempo, pero tampoco creo me haga falta fingir nada con esta cara de mala baba con la que Dios me ha bendecido, a fin de cuentas. Una buena hostia a mitad de nariz con puño cerrado, un improvisado cabezazo, e incluso la clásica y no menos efectiva, patada en mitad de los huevos y, con musculitos o sin ellos, la pupa queda marcada para los restos.
Menos mal que la pitanza apacigua las fieras y, el bocata estaba apuntico de caer sin darle la oportunidad de un juicio. No digo lo de justo, porque en este país me suena a insulto fuere cual fuere su abierto contexto. Del tipo flauta, el mío fue visto y no visto, hasta Ismael quedo sorprendido. -Ná, que si tu tío se pone, se pone- le respondí tras su. -¡¡Ya!!- Anda que sí, ahí se me iba a quedar.
Íbamos perdiendo tres cero, cuando decidí fijarme un poquito más en aquellos de allí abajo, no en los que corrían tras el balón no, en los ultras que por esos instantes entretenían bastante más. Había que ser muy tonto para no ver la jerarquía del grupito. Chavales de veinte poquitos para abajo, todos a lo bacaladero pijo, alguno con menos cerebro y como tal, rebosante de felicidad, más bien a lo paramilitar escocido con indumentaria del mercadillo. Los abalorios como la bufanda, banderita o gorra, del bazar chino, que sin rascarse mucho el bolsillo pese el amor al equipo, daba el pego a lo lejos.

jueves, 23 de enero de 2014

III Jornadas de Literatura en Aspe

  
El 3 de febrero comienza en Aspe las III Jornadas de Literatura Infantil y Juvenil organizadas por la Biblioteca Rubén Darío y el Ayuntamiento de Aspe. Para más información podeis contactar en el número de tfno. 647 007 379
            

Poema "Atrás quedó el silencio"

    La escritora ilicitana Mari Carmen Sánchez Vilella nos ofrece un bello poema llamado "Atrás quedó el silencio". Podeis leer más poemas y relatos cortos en el blog de la autora pulsando este enlace

ATRÁS QUEDÓ EL SILENCIO

Atrás quedó el silencio
silenciado en un resquicio
armoniosa y galopante
la palabra cobró el juicio.

Antepuesta a toda pena
porque nadie la ha escuchado
rompe a gritos las cadenas
que le ataban al pasado.

Expandiendo su presencia
entre bombos y timbales
desechó toda carencia
de una vida inconfesable.

Lejano quedó el silencio
el que tanto nos mintió
ha quedado hecho un rastrojo
de lo que alguna vez sintió.

Abogado de imposibles
escritora sin su musa
arquitecto de las nubes
carcelera sin reclusa.

Muerto queda ya el silencio
tan vacío de razones
fue vencido por un grito
arrancado en emociones.