CUANDO
FRAN CONOCIÓ A LEONARDO EN EL DIA DE SU CUMPLEAÑOS
Treinta y uno de Mayo
en pleno Renacimiento italiano
el joven Fran-ciscano
en la calle sus artes pictóricas estaba desarrollando
cuando de repente,
junto a él se detuvo Leonardo.
“¡Pardiez! ¿eso que es?”
preguntó el insigne artista anonadado.
“¿Que arte es ese
del que mi persona no está al corriente?
¿Como es posible pintar así a la gente?
Fran se giró impresionado
pues a tal reacción
no estaba acostumbrado.
“¡Hombre! por fin alguien a quien mi arte le concierne”
exclamó el artista entusiasmado.
“Caricatura es su nombre exactamente”
Y cuando reconoció al protagonista de tal halago
no pudo menos que decirle algo abultado:
“Maestro, permítame no entenderle,
pues siendo usted para todos un referente
¿como es posible
que mi arte no comprende?,
incluso le diría algo más allende,
¿como es posible
que de este arte no sea usted el ascendiente?”
Una vez su discurso terminado,
con un pequeño
lienzo en sus manos
y sin dejar de mirar a su interlocutor pasmado
un diferente proyecto se dispuso a
ser comenzando
Al Maestro, sus
palabras al fondo le llegaron
y con el orgullo pisoteado,
no pudo menos que contestar airado:
“¿Como se atreve, joven insolente,
dirigirse de este modo tan irreverente
a este aquí presente?
¿no sabe usted que pasaré a la historia
como el mayor erudito
jamás viviente?
¿que cualquier ingeniería, ciencia o arte
a mí no se me hace resistente?”
Fran, que todo aquel alegato
por ahí se lo había pasado,
entregó al Maestro
el pequeño lienzo
terminado
Leonardo lo contempló extrañado
hasta que al reconocerse desfigurado
una sonrisa en su rostro se estaba asomando
y con toda humildad
a Fran le dijo apasionado:
“que emocionante,
pero si soy yo en este mismo instante.
Con mis defectos a lo grande
hace usted una gracia exultante,
¿vendría a mi taller a enseñarme?”
Pero de un balcón cercano
una dama vestida de blanco
gritó sin reparos:
“Fran, sube rápido,
que las velas de tu tarta
se están apagando”
El artista
a su amada terminó contestando:
“Manoli, no grites tanto,
que de recoger ya estoy acabando”
Leonardo,
incrédulo ante lo que estaba presenciando,
dijo sin reparos:
“¿Como un hombre de su valía
por una simple mujer
está siendo obligado?
“Ay don Leonardo”
respondió Fran resignado
con sus bártulos cargados
“que en el futuro
las mujeres todo lo
estarán controlando
y a mí
una de ellas me ha tocado.
Me voy pitando,
que hoy es mi cumpleaños
y con ella lo estaré celebrando”
FIN
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