Jose Salieto comparte con todos un fragmento de su novela Exodos, correspondiente a la obra "Crónicas de Una Nueva Raza". Esperamos que os guste.
Fragmento del primer capítulo de ÉXODOS (II tomo de Crónicas de Una Nueva Raza).
"Pareció que Bel había llegado en el momento justo: un creciente y
alarmante murmullo arrancado de millones de almas que se hallaban en
esferas más altas, comenzó a recorrer la mismísima columna vertebral del
Infierno, extendiéndose de arriba a abajo hasta alcanzar la inmensa
caverna donde se hallaba el rey de las Tinieblas. A pesar del constante
sonido de la lastimosa marea de almas en pena, aquel nuevo eco resultaba
fuera de lo habitual, y su alarmante tonalidad atrajo poderosamente la
atención de todos los demonios que se hallaban en el lúgubre recinto.
Melael se puso en pie inmediatamente, buscando el origen de aquella
novedad. Bel, adoptó una pose tensa y desafiante, lanzando su aguda
mirada en todas direcciones. El clamor se hizo intenso, y la rojiza y
escasa luminosidad infrarroja propia del Averno, comenzó a disiparse en
parte, fulminada por una cegadora luz que irrumpía como un rayo que
descendiera lentamente desde lo más alto.
Mientras el clamor se
convertía en una patética y desesperada súplica, el terror se adueñó de
los demonios y bestias presentes, que corrieron a buscar amparo cerca de
su rey y progenitor. Sólo Melael se acercó a su señor con actitud
protectora, mientras el propio Bel permanecía firme como el acero más
templado, esperando los acontecimientos del origen de aquella cegadora
luz, cuya causa ya había identificado.
Una figura de aspecto solemne y radiente, apareció a poca distancia de Bel y Melael.
-¡Un demonio blanco…! -gritaron espantados multitud de demonios mientras corrían en busca de refugio.
El recién aparecido presentaba un aspecto varonil maduro y de recia
configuración, de canosa y corta barba rizada y cabellos blancos que
caían apoyados sobre sus hombros, de los que colgaba una blanca túnica
de ancho vuelo sujetada a la cintura por un cordón dorado. Una enorme
capa también blanca y de sencillos ribetes dorados, cubría su majestuosa
figura presidida por el luminoso cetro de oro que portaba en su
diestra, y que se alzaba desde el suelo hasta su cabeza. Su apariencia
era la de una gruesa caña de bambú de siete nudos, rematada por una
esfera en la que se alzaban nueve serpientes coronadas por un águila de
alas abiertas, con las que parecía acoger y proteger a las serpientes.
Las grandes y membranosas alas del Señor de las Tinieblas, que habían
permanecido abiertas y desafiantes, se plegaron sobre sí mismas
lentamente, como muestra de serenidad y confianza en sí mismo. Su cola,
sin embargo, permaneció alta y regia, mientras que la de Melael se
agitaba inquieta, aunque en ningún momento abandonó su postura
protectora hacia su señor.
La blanca y reluciente figura se aproximó
serenamente, y Bel le recibió con una cordial bienvenida hipócrita y
llena de sarcasmo.
-¡Por todo el poder del Universo…! -sonrió
falsamente Bel- ¿A qué se debe este gran honor? ¡Nada menos que Su
Majestad el Insigne Maestro de Maestros, el Gran Saoré! ¿Qué se te ha
perdido en mi Reino? -acabó preguntando en tono áspero y desagradable,
dejando escapar su hedor acerado y pútrido de la garganta.
Melael permanecía tenso y atento, observando minuciosamente cada lento movimiento del recién llegado acercándose hacia ellos.
-He venido a verte, Bel. Quisiera intercambiar unas palabras contigo -el robusto varón se detuvo justo frente a ellos.
-Eso significa que aún hay alguien que se acuerda de mí -Bel seguía
utilizando su tono hiriente. Saoré por el contrario, dio muestras de no
dejarse impresionar, permaneciendo sereno e impasible en todo momento,
muy seguro de sí mismo.
-Sí -contestó-. En realidad no es fácil
olvidarse de ti -Saoré miró con tristeza a los millones de almas que,
suplicantes, gemían por todas partes-. Todos estos seres te deben lo que
son.
-¿Y tu alma, Saoré? -preguntó Bel siguiendo su irónica farsa,
ignorando deliberadamente el comentario de su interlocutor-. ¿Sigue
encarnada en el vecino Venus, en ese anciano macilento y estúpido?
¿Sigue siendo tan inútil e incapaz de pensar por sí mismo, igual que su
Magno Espíritu, su Santo Padre? ¡Oh, perdón…! -exclamó burlonamente-. No
me había dado cuenta de que estabas aquí.
Bel lanzó su burla como
un dardo emponzoñado, clavando su desafiante mirada en los ojos de
Saoré, esperando su reacción. Pero Saoré hizo oidos sordos, limitándose a
preguntar amistosamente:
-¿Podemos hablar a solas?
-¿Qué ocurre
Saoré? ¿No te gusta mi bienvenida? ¿O no eres amante de los protocolos?
-hizo una breve pausa-. No, yo diría que tienes prisa. ¿No te sientes
cómodo en este lugar? -Bel parecía disfrutar con su juego de irónico
sarcasmo, no exento de un poderosísimo odio-. Reconozco que al principio
resulta algo incómodo, un tanto claustrofóbico… ¡Pero después de los
primeros doscientos millones de años, acaba uno por acostumbrarse! ¿Te
apetece comprobarlo, Saoré? -concluyó con una mirada fría y penetrante,
en la que el brillo de sus amarillentos ojos parecieron afiladísimos
cuchillos.
-¿Podemos hablar a solas? -repitió impasible Saoré.
-No; es evidente que no te apetece -se contestó a sí mismo Bel-. Tienes
demasiada prisa. Pero seguro que en otra ocasión, te quedarás gustoso
para comprobarlo. ¿Verdad?
Saoré le miró fijamente, mostrándole su insistencia y su indiferencia ante aquel juego burlón.
Bel hizo un gesto de resignación y acercó su rostro al de Saoré, salpicándole con su saliva al pedirle:
-¿Te importaría apaciguar esa maldita luz? A mí no me impresionas, y a
ellos -dijo refiriéndose a sus demonios- ya los has asustado bastante.
¿Estamos de acuerdo, Majestad?
Bel pronunció la última palabra con
el tono más despectivo de que fue capaz. Luego se separó de su invitado e
hizo un gesto a Melael para que los dejara solos. Dio unos pasos hacia
un lado y añadió un nuevo gesto para invitar a Saoré a que lo siguiera.
Éste se aprestó a seguirle, a la par que la poderosa luz de su báculo se
apagó. A su paso, los demonios, asustados, se apartaron para dejarle el
camino libre.
Bel lo llevó hasta una pared cercana. Allí, de espaldas a ella y de frente a Saoré, le habló mirándole directamente a los ojos.
-Bien, Saoré. ¿Quieres un lugar íntimo para charlar? Conseguiré uno. Pero me temo que tu atuendo no será el más indicado.
-No te preocupes por eso -respondió Saoré instándole a que no perdiera más tiempo.
-Bueno… veamos qué tenemos por aquí…
Y sin apartar la vista de los ojos de Saoré, clavó repentinamente su
garra en la pared que había a sus espaldas y, con un crujido pastoso,
extrajo parte del cuerpo mineralizado de una de aquellas almas en pena,
cuyo rostro desfigurado mostraba una inenarrable desesperanza.
-Espero que te guste… -sonrió con malicia.
Y atrayendo hacia sí aquella lastimosa figura, clavó en su cabeza sus
dos poderosas garras, y la abrió por la mitad como si fuera una fruta
podrida. Al instante, un oscuro y denso vapor cenagoso emanó de su
interior, comenzando a rodearlos y envolverlos penetrantemente. Bel
seguía sin apartar su cruel mirada de la de Saoré, quien a su vez,
permaneció tranquilo y sin alteración, dejándose arropar por la pegajosa
neblina que comenzaba a transformarse en una especie de escenario
irreal, como de un mundo dentro de otro mundo."
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Otra, otra, otra, ooootra
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